El libro de Los Cocozapatos
Blog para un cuaderno de historias raras, pero posibles...
Sunday
Entrevista de Joaquín Gálvez con motivo de la presentación del libro
Denis Fortún Bouzo es uno de esos escritores cuya imaginación desbordante lo convierte en un personaje salido de una obra de ficción, infiltrado, para bien o para mal, en el mundo de la realidad. Es así que, como el maldito duende al bosque, el narrador regresa a su hábitat fabulador llevándose consigo a uno de los mortales, para exaltarlo mientras se mofa de él. Sus cuentos parten de una realidad inmediata que se transfigura, hasta lograr que el lector más avispado pase de un estado dubitativo a uno de credibilidad (y viceversa) en esa frontera que divide a la ficción de la realidad; acaso con la intención de incorporarlo a sus cuentos y convertirlo en su última víctima. Quien comparta una conversación con Fortún, sobre todo esas que tienen lugar en festividades de amigos, puede quedar atrapado en uno de sus cuentos, bajo el auspicio de su lenguaje choteador, que no repara en llegar a los bordes de lo mordaz y burlesco. Muestra de esto lo constituye el libro de cuentos El libro de los Cocozapatos, que acaba de publicar la Editorial Silueta, dirigida por el también escritor Rodolfo Martínez Sotomayor, y que se presentará el 8 de Julio en La Otra Esquina de las Palabras, en el Café Demetrio. A raíz de este acontecimiento editorial, Denis Fortún tuvo la amabilidad de concedernos esta entrevista.
JG. ¿Por qué el título El libro de los Cocozapatos?
DF.Te confieso que no estoy conforme con el título. Si bien es el que le corresponde al cuento de los zapatos cocodrilos, en general no me agrada para la portada, y todavía hoy, luego de impreso el libro, cuando ya no hay remedio, pienso en otros. Sin embargo, si soy honesto, es ese el que ha de llevar y también mis razones tengo. Primero, que la historia de Los Cocozapatos es donde descansan los demás relatos, la columna vertebral, por llamarlo de algún modo. Sin Cocozapatos, ten por seguro que no habría libro. Segundo, gracias a este título, a partir de una foto que Delio Regueral le tomase a Armando de Armas, quien tan gentilmente “sirvió de modelo”, Omar Santana hizo una ilustración que considero es el mérito mayor del proyecto. Omar, quien es un maestro, se ofreció a realizar una estampa de la que me siento extremadamente agradecido y contento. Un trabajo que con la sola imagen dice de que trata la historia y a su vez no la cuenta. Induce, provoca, sugiere. Luego entonces, por esas razones y además por la convicción de Eva y Rodolfo, los editores, de que éste y no otro ha de ser el nombre -a pesar de unos pocos detractores y hasta de intelectuales importantes que se mostraron renuentes a comentar sobre el libro por llamarse así- es que finalmente decidí titularlo El Libro de Los Cocozapatos.
JG. ¿Cuál es la temática que abordan los cuentos de este libro? ¿Lo consideras un libro humorístico?
DF. La temática es variada. Un juego constante, irreverente en algunas ocasiones, pero asimismo una suerte de homenaje a los grandes que me inspiraron. Hay algunas apropiaciones que disfrute mucho adulterando las historias que me sirvieron de “material”; o en otros casos, valiéndome de personajes como la Sra. Hirsch, del cuento “Los asesinos”, de Hemingway. Pero en general, fantásticas utopías que tomo de la realidad criolla y universal, a veces tristes, que en medio del papel y la letra impresa se convierten en sucesos posibles.
En cuanto al humor, es más la burla un tanto refinada, el irrespeto, la nueva versión, mi versión, de un hecho o una literatura que gusto en desvirtuar; o en otros casos, como el cuento “Deseos”, donde disfrazo con sarcasmo la frustración que me provoca mi propia miseria y que visto de esa manera a lo mejor la ironía invita a la risa. Eso si, en este caso, una risa que bien pude anteceder a una lágrima. Algo que después le imprime esa onda paródica de la que hace referencia mi buen amigo Añel en la nota de contraportada. Ahora, libro humorístico como tal, no lo es a pesar de que te rías.
JG. ¿Crees que el choteo y otros aspectos de lo vernáculo cubano no están reñido con una obra literaria que trascienda los lindes de la insularidad?
DF. El choteo, lo vernáculo, al menos dentro del drama cubano, es pan diario sin importar orillas. Y esa peculiaridad bien que sirve para trascender los lindes de esa insularidad. Sin que se caiga en el panfleto, la apología o lo escatológico, la burla de ese drama sirve lo mismo para denunciar, e igual para hacer buena literatura. No creo entonces en una supuesta enemistad entre la parodia y la trascendencia de una obra literaria. Todo depende más bien del talento, de la garra y el oficio de quien la escriba.
JG. Algunos titulares anuncian que es el libro más esperado del año ¿Crees que esto se debe a la demora de su publicación, o a los pasajes burlescos en los que aludes a varios amigos tuyos?
DF. Esos titulares parten de buenos amigos, como Ernesto G -muy jodedores, por cierto- . Amigos de los que me siento cómplice absoluto en la broma y a los que les agradezco enormemente su esfuerzo para promover la presentación. Amigos que quizás el entusiasmo los ha atrapado por el tiempo que se demoró en salir Los Cocozapatos, y que algunos, como me han servido cual suerte de cantera literaria, pues ya están ansiosos porque de una vez se publique el susodicho cuaderno. Fueron prácticamente dos años desde que Rodolfo y yo concertamos su publicación, hasta que sale finalmente. Y todo por mi culpa, aclaro. Que los editores han sido siempre muy pacientes y gentiles conmigo. Y reitero, agradezco esos titulares, son de buena fe. Y doy gracias lo mismo por la suerte de tener amigos así, entusiastas.
JG. ¿Cuáles son las influencias literarias de El libro de los Cocozapatos? Tratándose de una personalidad tan criolla como la tuya, ¿pueden los chistes de Álvarez Guedes y los de la tradición oral cubana, como los de “Pepito“, ser ingredientes capaces de enriquecer tu obra?
DF. Álvarez Guedes y Pepito -este último un muchachito precoz hijo de la gran puta y del imaginario popular cubano- son mis héroes. Los únicos que le han dicho lo que le tienen que decir, y con una sabrosura increíble, llenos de felicidad y risa aún cuando se burlen de nuestras miserias, a aquellos que durante tanto años han invitado únicamente al sacrificio y al llanto. Como cubano, no escapo a ninguna de las dos influencias al momento de hacer un chiste, de ese humor que corroe. Sobre todo Álvarez Guedes, a quien considero un maestro en el género, lo que bien puede enriquecer no sólo mi obra, sino la de cualquier cubano que escriba con pretensiones más elevadas que la de guardar en una gaveta lo escrito, lo que tuve que hacer yo por años, y sudando ese humor peculiar que descubre quien lee mis historias.
Sin embargo, en este libro no es esa precisamente la fuente inspiradora o la herramienta a mano. Las influencias están determinadas por los grandes que he ido leyendo desde que aprendí a leer siendo niño, hasta que después, ya viejo, cuando decidí que escribir me era tan importante como comer o beber y amar a mi mujer. Ellos me me marcaron definitivamente, transmitiéndome ese virus incurable que se llama pasión por la escritura.
Nombres que fui descubriendo y que me tatuaron su letra “encima de mi pellejo literario”, que me contagiaron, como J. H. Rosny,Verne, Bulgakov, Faulkner, Saramago, Rulfo, Borges, Kafka; qué se yo, hasta Martí; o más contemporáneos, como Arenas, Vargas Llosa, Cortazar, García Márquez -cuando lo filtro y me quedo nada más con el escritor magistral que es-; o el mismo Armando De Armas, a quien le debo mucho en este oficio y al que le disparé mi primer cuento una madrugada en La Habana, hace ya más de veinte años, y que me respondió muy circunspecto, “asere, deja eso pa’ mañana que ahora ni al mismísimo Mario Vargas Llosa le aguanto yo una historia”; o tú, por ejemplo, que junto a De Armas, les debo algo -y no poco-, para que estas historias hoy sean posibles. Es que la lista es inmensa, mi ecobio. Los deudores serán siempre una retahíla enorme.
JG. El 8 de julio será el lanzamiento del libro en La Otra Esquina de las Palabras ¿Qué esperas del mismo?
DF. Hablar por los demás es arriesgado. Lo que yo espero al menos, lo que quisiera, es que fuera mucha gente y vender todos los libros que se puedan. Luego invitar a mis amigos a una botella de vino, que le voy a pagar a Demetrio personalmente por si acaso (y fíjate que digo solo una, que no hay que exagerar; bueno, va y a lo mejor hasta compro un entremés de jamón y queso, todo depende de cuantos libros se vendan). Que toda esa gente de que te hablo la pase bien, y que hasta Demetrio le de por ofrecer un descuento. Y que al audio no me juegue una mala pasada, a tal punto que alguien se levante cabrón de una silla y diga que no se oye, y luego se vaya pal carajo…
JG. ¿Cómo te gustaría que en 15 años el lector recordara este libro? ¿O sólo basta con escribir y publicar por el mero placer de los 15 minutos de fama que mencionaba Andy Warhol?
DF. Las dos cosas... Los quince minutos de fama de Warhol se traduce en ese orgasmo merecido luego del esfuerzo por crear una obra y en el caso de la literatura, después del acto, publicar lo escrito en un libro y presentarlo. Y que se recuerde quince años más tarde, es la confirmación de que lo hiciste bien. Al final el tiempo es el mejor jurado. Si perdura lo que has hecho, entonces no fue del todo mal. Claro que me gustaría las dos variantes. Pero eso ya no depende de mi. Quien tiene que defenderse ahora por si mismo; quien ha de luchar ambos espacios temporales, es el libro, no yo. El ya no me pertenece.
JG. Para terminar, háblanos de tus planes futuros como escritor.
DF. Comprar un condominio y rentar sus apartamentos a buen precio para dedicarme únicamente a escribir. Disculpa, no pude resistir la tentación de bromear un tanto. No, serio. Planes para el futuro como escritor, no son ambiciosos: escribir y publicar a la medida que pueda y con quien esté dispuesto a apostar por mí. Y por supuesto, que la musa o inspiración no me falte para contar historias que la gente desee leer…
Palabras de Rodolfo Martínez Sotomayor la noche de presentación
He de hacer un recorrido a la inversa en el tiempo, casi diez años atrás y sentarnos otra vez en la sala de aquella casa de la 34 avenida del South West. Llega hasta allí un olor a chorizo frito en el sartén, Eva sólo escucha y permanece reacia a dar a conocer sus escritos. Armando de Armas amenaza con leernos otro cuento, yo le digo que le voy a leer uno mío en venganza, mientras Daymí o Mimí, sale de la cocina con los entremeses y dice que nuestros cuentos, sobrios, no hay quien se los espante. De común acuerdo descorchamos otra botella.
Pasan los minutos, las horas, Eva mira el reloj y comenta que ya es tarde y salimos al portal para la despedida. Una música estridente nos hace a los cuatro mirar hacia la calle. Vemos a dos muchachas con sayas muy cortas que danzan un Reggaeton mientras caminan. La música sale de un auto y las adolescentes la siguen con incesante movimiento de caderas. Armando dice que se trata de dos piadosas monjas que buscan su convento, yo digo que está equivocado que ensayan cantos gregorianos y son de la orden de Nuestra Señora del Perpetuo Movimiento. Mimí ríe y es en ese preciso instante que escucho su nombre por primera vez: Él es como Denis, Mandy.
__¿Con qué borracho de cabaret me comparan? -pregunto.
__¡No, no, si él es de lo más simpático -afirma Mimí.
__Ese era mi Ecobio en Cuba, siempre estaba bromeando como tú -dice Armando, y consume la última copa de la noche.
Un año después volví a saber de él por la contestadora de mi teléfono. Era la voz de Armando, diciéndome que ya tenía el vino, que si acaso llevara unos choricitos para celebrar, que su amigo Denis Fortún ya estaba en el exilio.
En media hora llegamos y allí sentado en el portal estaba él: El futuro autor de los Cocozapatos, echando al aire el humo que absorbía de un inmenso Habano falso, de origen dominicano. Después de las presentaciones de rutina comenzamos el diálogo; bueno, en realidad fue un monólogo. La elocuencia y evidente avidez por hablar de Denis eran proverbiales. Recurría al choteo en su estado puro; al estar recién llegado de la isla, no había tenido tiempo para pulir su humor irreverente, que lanzaba contra todo y contra todos. Eva y yo nos reíamos de sus ocurrencias, pero a la vez nos mirábamos con cierta complicidad y casi decíamos con los ojos: ¡Está "verde"!
Con varias copas me pidió las llaves del auto y lo peor es que se las di, ¡cuán locos estábamos entonces! Se apareció al regreso con una carpeta donde guardaba cerca de 300 breves poemas. He de confesar que no era un momento bueno para apreciarlos; con el tiempo lo hice, y gracias a la publicación de su primer poemario por Ignacio Granados en Editpar. Pude ver entonces que era un exponente de ese difícil y engañoso género de la décima. Denis construye octosílabos en rebeldía con esa tradición popular y rural, la saca del monte y la coloca entre avenidas; son décimas urbanas, como el origen de su autor, pero que parecen salir de una tierra cálida que las gestara, de una vasta llanura creativa.
He de ser honesto, también, al decir que al leer por primera vez sus cuentos, me atrapó su desbordante imaginación; redescubrí lo mejor de ese Denis de nuestro primer encuentro, y es que las claves de la personalidad de un autor, lo mejor y lo peor de él, cuando se es genuino, están en su literatura. Flaubert lo resumiría diciendo: Madame Bovary, c'est moi. En los cuentos de Denis Fortún encontré una capacidad de fabulación extraordinaria, un sentido del humor agudo. En ocasiones, la apropiación se entrelaza con la creación sin que se vea la costura en el tejido. Acude al recurso de convertir en ficción a personajes reales y llevarlos a situaciones extremas provocando hilaridad, también haciéndonos pensar.
Denis tiene entre otras virtudes la perseverancia, la tenacidad, de quien ha encontrado en la literatura junto a sus hijos y a Rosana, no una parte de su vida, sino un sentido de la vida misma.
El arte de la parodia. Reseña de Armando Añel sobre el libro
“El libro de los Cocozapatos”, colección largamente esperada entre las clases pudientes de Miami (pudientes aquí quiere decir en situación de poder leer libros), consta de doce cuentos y cerca de cien páginas de apretada literatura, coronada por el relato que finaliza el volumen y cubre un cincuenta por ciento del mismo, y con el que Fortún redondea un ejercicio narrativo de envergadura. Hay de todo en esta compilación audaz, acaso desafiante. Andanadas surrealistas, como “Deseos” (dedicado nada más y nada menos que a “Los conquistadores del fuego”, los personajes de la célebre novela juvenil de J.H. Rosny). Joyitas de corte más clásico, como “La presentación”. O artilugios deliciosos, corrosivos, como “Su lucha”, donde el protagonista de la historia persigue un referente sexual comparable a “los escuálidos bacalaos nórdicos que en su infancia veía como la abuelita, ya deforestada por la mano de natura y de los años, colgaba en el patio durante un tiempo para que se secasen”.
Cuentos empapados en un humor contagioso, impulsados por un despliegue paródico que no repara en formalidades. Protagonismos imposibles, anécdotas sorprendentes, historias inexplicables. Todo esto y más espera al lector en El libro de los Cocozapatos –incluida la portada de lujo del maestro Omar Santana--, donde lo inesperado se clava como una flecha en el talón de Aquiles de la monotonía. Se trata de un nuevo acierto de la editorial que dirige en Miami Rodolfo Martínez Sotomayor, sagaz editor, siempre al tanto de lo último que se cuece entre bambalinas, en las torres de marfil de la capital del exilio cubano.
Palabras de Luis de la Paz en la presentación del libro
Las noches en casa de Armando de Armas, cuando hay amigos reunidos, tienden a ser largas, intensas y en ocasiones agotadoras. A medida que la mesa en la terraza se va llenando de botellas de cerveza y de vino (desde luego, ya vacías, que son las que realmente ejercen su influencia), los debates literarios o políticos (o ambos), van tejiendo una atmósfera que siempre, al final, resulta interesante y productiva.
La casa de Armando y hay que añadir de Mimí, su esposa, que es también una gran anfitriona, ha sido el punto de encuentro para escritores recién llegados de Cuba. Una noche me reuní con Juan Francisco Pulido, una gran promesa de las letras, que la propia inexperiencia de su agitada vida lo llevó al suicidio. Por allí pasó también un diletante cienfueguero afianzado en Francia. Otro personaje memorable fue Denis Fortún, que resultó ser un colosal fabulador. Denis hilaba las más inverosímiles historias, imprimiéndoles tantos detalles y referencias, que nadie podría dudar de la veracidad de la narración, donde él mismo era el protagonista, o aludía a algún amigo de una suerte de cofradía de "duros" capaces de hechizar a las más hermosas mujeres; abatir de un certero puñetazo a corpulentos y temidos contrincantes; sobornar a porteros de bares, centros nocturnos y posaderos (en ese expreso sentido cubano); abrirse paso por estrechos y peligrosos callejones, saltar cercas y alambradas con redes de púas, huyendo de la policía que los perseguía, lo mismo porque intentaban vender de contrabando un desteñido pitusa o porque buscaban poner a buen recaudo el millar de páginas de La Tabla, la legendaria novela de Armando de Armas, que si no fuera porque ya está publicada, rivalizaría por el trono a la más popular leyenda urbana literaria, con La vida secreta de Truca Pérez de Daniel Fernández, y con La perlana de Nicolás Abreu.
Con Denis todo era tan sorprendente como remoto. Me bastó ese encuentro, oírlo, para saber que tenían ante mí a un singular juglar, con un tremendo potencial como escritor. Le faltaba perfilar dos cosas claves, asumir con seriedad el oficio de escritor y llevar con urgencia al papel todas aquellas historias. Ambas cosas muy pronto se fueron haciendo realidad. Poco tiempo después de aquel primer encuentro me mandó para la revista El Ateje que yo dirigía, un par de relatos y unos poemas. En el número 12 de la publicación electrónica aparecieron sus textos. Sin embargo, no vi en La misión, ni en Deseos, tampoco en los tres poemas que me hizo llegar, a aquel hombre tan articulado, irreverente y provocador, con el que me había vinculado meses atrás.
Pero el tiempo fue dejando su huella. Poco a poco fue asomando el Denis que ahora conocemos. Primero a través de sus poemas, muchas veces décimas, valga señalar sin ser guajiro (algo que no es un requisito para escribirla, pero sí una ventaja), que reunió en Zona desconocida, un libro donde es posible hallar una poesía fresca, que se adentra en temas equidistantes que van desde íntimos hasta sociales, con ricas y cultas referencias, donde lo satírico ocupa, como es ya evidente en toda su obra, un lugar destacado. Luego, nos mostró otra faceta: la de bloguero. En el portal Fernandina de Jagua, escribe Crónicas del aeropuerto, textos verdaderamente conmovedores, con los que expone, en ocasiones con gracia y simpatía, la realidad de los pasajeros que llegan a Miami. En su portal se pueden leer también las reseñas de libros que escribe, las entrevistas que realiza a escritores, y la sección Los versos que me cuadran, donde ha publicado poemas de, al menos, medio centenar de poetas cubanos.
Su mejor momento llega ahora con El libro de los Cocozapatos, que en cierta ocasión se anunció como Los cocozapatos no eran de rosa. Este es quizás el más esperado libro de cuentos del año, incluso de los últimos años. Se ha creado una expectativa tan tremenda, que es ya casi un riesgo para el autor, pues los lectores serán más exigentes. Gracias a Ernesto G. que ha realizado un turbador video promocional, el anuncio de la salida del libro ha sido todo un success. Hoy estamos junto a Denis Fortún y su libro. Hoy comienza el momento de la verdad para El libro de los Cocozapatos.
Qué encontramos en este singular libro: pues doce cuentos, siendo precisamente el que le da título al volumen el más extenso, también el más esperado. Cada historia ofrece un juego constante, pero controlado, con el lector. No es un libro ligero, hay reflexiones, un manejo controlado de la prosa y voces que se cruzan en las narraciones, que discurren en una prosa fluida, sin muchos andamiajes, pero lo suficientemente calibrada para establecer la atmosfera adecuada. En algunos relatos los protagonistas de los textos son sus amigos, aún cuando hace mofa de ellos, pues los acoge en sus narraciones a manera de homenaje, con gracia, hipérbole y cierto cariño, como hizo Reinaldo Arenas en El color del verano, con muchos de quienes estuvieron a su alrededor.
Algunos relatos remiten a Kafka, otros se relacionan con cuentos infantiles. Se aprecian lecturas asimiladas, unas más que otras, cuya presencia en ocasiones son más notables. En el cuento La mejor pelea, texto con el que abre la colección, se crea un marco inquietante, y un final de impacto: "Suena la campana. Una histeria general domina en el improvisado coliseo repleto de pancartas. No me aguanto, tiro el primer puñetazo, rozo la mandíbula de mi contrario, que sin perder tiempo se recupera, dándome en el rostro repetidas veces hasta dejarme inconsciente encima de la lona. Desde mi letargo preparo la revancha".
Sobre el último relato del libro, no diré mucho, sería romper el hechizo que el propio título, "los Cocozapatos", por sí solo ejerce, y que es el foco de mayor interés para los lectores. Pero como presentador y por respeto al público, tengo la responsabilidad de ofrecer una visión, aunque sea esquemática del cuento. De manera que "los Cocozapatos" podría definirse primero, como lo que realmente es: un clásico cuento surrealista; luego, como la delirante crónica sobre cierto par de calzados que un Cuentero miamense compró y su relación (y sus diferencias) con un Poeta también local. De manera que estos dos esperpentos (en el sentido que Valle Inclán le imprimió al término), y unos voraces zapatos hechos de piel de cocodrilo y fuera de control, conforman una historia sorprendente.
El libro que está llegando a sus manos esta noche, agrupa, como apunta con agudeza Armando Añel en la contratapa "anécdotas sorprendentes e historias inexplicables", sólo puedo añadir, disfrútenlo.
En Kontarte, Cocozapateando...
Por kontARTE (blog de Miachael Sixto y Zahilys Ferro)
Mucho se ha dicho y escrito por estos días en blogs amigos sobre un libro singular y de apariencia amenazante que muy pronto estará a la venta. Se trata de “El Libro de los Cocozapatos” del buen amigo Denis Fortun, donde una fantasía a lo Kafka , ¿por que no? se mezcla con una realidad muy miamense, que hace la historia fluir como si fuera contada verbalmente.
En el cuento “Los Cocozapatos” los personajes se crean y recrean de una manera tan natural que a pesar de lo inverosímil del hecho, encontrar un par de zapatos, carnívoros, hechos con piel de cocodrilo podría verse como lo mas natural del mundo. Una invención con alma casual; una historia que por la manera en que es contada, puede “pasarle” a cualquiera.
El libro el su totalidad, y muy a mi modo de ver, transita de un hermetismo y complejidad que tiene sus características de “chiste interno” hasta una prosa mas abierta y simplificada, más accesible al lector regular, más llena de conexiones con personajes y experiencias nutridos de una vida diaria, genialmente sacada fuera de contexto. El orden de los cuentos abre la pila del agua en la que los cocozapatos nadan a su antojo al final, robándose el show, sin dudas.
La presentación del libro tendrá lugar el Viernes 8 de julio de 2011 a las 7:30 pm en la La Otra Esquina de las Palabras (Café Demetrio 300 Alhambra Circle, Coral Gables) y estará a cargo de Luis de la Paz y Rodolfo Martínez Sotomayor.
El video que acompaña este escrito, es una pequeña “homemade” creación de kontARTE. Nos pareció muy divertida y por eso queremos compartirla.
A todos los que buscan un libro divertido y profundo, sencillo y raramente cotidiano, pásense por la presentación y compren una copia. Luego, pueden dejar sus comentarios aquí, en el Club de Lectura de kontARTE.
A Denis, ¡bravo! Disfruta este video que te regalamos y gracias también por el regalo de tus palabras.
Para ver el video,clic aquí
Reseña de Ángel Velázquez Callejas sobre el libro
En Denis Fortún debe estar encarnado no el “espíritu del choteo”, la burla, la falsificación y la desfiguración que emergen de su escritura --aunque se apodere de ese recurso expositivo, de esa literatura pedestre popular que nos margina a una sobrevivencia cultural--, sino una fuerza “desconstruccionista de ese choteo”, de ese sujeto empobrecido y vilmente engañado por “la alta cultura” y las elites de poder pueblerinas y metropolitanas, con el fin de cultivar, en forma de actitud redentora, una “poesía” ante todas las adversidades que la vida propone. Sólo son recursos del lenguaje. Es como la fuerza espiritual de un dragón, que al caminar zigzagueante esquiva la flecha de la fundamentación confuciana de la vida. Se ríe del hacedor y su impostura. Lo impugna y lo manifiesta como una arrogante apuesta ensayística. Juega con su fascinación.
Por eso en el relato “Los cocozapatos” (Editorial Silueta, Miami, 2011) se tiene que llevar un ejercicio ensayístico exquisito, más que literario. ¿Cómo burlar la quintaesencia de un poeta y la impaciencia de un cuentero? No existen delimitaciones entre ellos: o bien somos “mordidos” por la trágica realidad de la confusión y el desorden de lo dionisiaco, ¡o bien una nos liberará de todas nuestras apologías! ¡Qué bueno que al final del cuento, del pretexto, de la morbosidad ensayística del ser atenuado por sortear las barreras poéticas y narrativas, los Cocozapatos fueran arrojados al río! En ese desprendimiento y soltura, la vida florece como es: natural y simple, sin ningún “formalismo” que la atestigüe.
La satisfacción y la gratitud
El libro de Los Cocozapatos
Este Viernes 8 de julio del 2011 se "lanzó oficialmente" el Libro de los Cocozapatos. El empeño que hace prácticamente dos años comencé con Editorial Silueta, por fin vio la luz en Café Demetrio’s.
Y fue una tarde-noche memorable, al menos para mi. Fue lo mismo el buen pretexto para reunirme con buenos amigos, recibir a otros que desde ese día los son, y tomar vino, comer varios entremés, conversando ya ni me acuerdo de qué cosa. Aprovechando lo que más pudiese de sus compañías, que mi trabajo me distancia y a veces prohíbe.
Fue igual la culminación de innumerables horas-nalgas-laptop, intentando que un cuento llegara a ser interesante, al menos que no aburra y que agarre. Fue también el descanso después de un agotamiento que únicamente quien practica este oficio sabe. Un receso que dura poco, ya estoy pensando en un próximo proyecto.
La noche del Viernes sirvió lo mismo para reconocer a todos los que de una u otra forma me apoyaron, aún con el riesgo de que me olvidase de algunos, como siempre sucede. Sin embargo, sin temor a que la desmemoria involuntaria reincida, aquí reitero, y aquí comienzo con Luis de la Paz. Sus palabras de presentación las agradezco enormemente. Me hicieron rememorar mis primeros años en Miami, y la suerte de conocerlo junto a José Abreu (luego a Nicolás) en el mismo espacio en que conocí a Rodolfo (quien parafraseando a Zweig se pregunta, dónde y cuándo fue que escuchó mi nombre por primera vez), y a su esposa Eva (y a otros tantos): la casa de mi buen amigo Armando de Armas y de “Mimí”, a los que, ya por eso, basta para que les agradezca lo mismo.
Quiero, sin mantener un orden cronológico, agradecer a Delio Regueral porque una de sus musas me inspiró una a historia, y por la foto que tomase (aunque en el momento que lo hiciera estuviese trajinado por Baco, o Dionisio, lo que no fue óbice para que su talento como fotógrafo quedase de manifiesto una vez más), para que el “monstruo” de Omar Santana compusiese la ilustración del cuaderno, que para mi es un privilegio y la confirmación de que, si valen Los Cocozapatos, es fundamentalmente porque el maestro logró pintarlos tal y como yo me los imaginaba cuando escribía la historia.
Claro, hay más, muchos más, como ya dije la noche del Viernes, los que luego de que se confirmara la salida de El Libro..., apostaron por “el calzado maldito”. Ernesto G, esa suerte de Subiela-Hitchcock de la blogo nuestra (y no lo comparo con Spielberg, no por falta de talento, sino por la fragilidad de su capital si se establece un paralelo con el judío pródigo), que va dejando testimonio de lo que acontece en Miami en cuanto al arte criollo. A la nueva identidad Idañel (Armando e Idabel), que no han descansado, ni escatimado espacio, para promover a The book of The Crocoshoes en Neo Club… De nuevo a Rodolfo, porque llegó a involucrar a artistas de teatro, como Sandra García, de Teatro en Miami Studio, para la realización de uno de los tres videos que andan por You Tube; sin dejar de mencionar su paciencia y más la de Eva, que después de mi, posiblemente haya sido la persona que más se haya leído Los Cocozapatos.
No quiero dejar de referirme a El Nuevo Herald; a Diario Las Américas. A portales en la Web como Cubaencuentro, Diario de Cuba. Los blogs La Casa Cuba, de Eduardo Mesa; X amor al Arte, blog de Irami; el blog de Ernesto G; Cuba Inglesa (no me acostumbro a lo de Agencia Cansa), KontARTE de Zahyli y Michael, y a Joaquín Gálvez, otro al que le debo tanto por su apoyo (y por el audio nuevo que disfruté), y por la prestación de su blog, que por estos días nada más que ha posteado sobre los zapatos convertidos en fiera; y por el espacio en su tertulia; y que de alguna manera, junto a Mandy, me sirvió de pretexto para que haya un libro donde una historia les pertenece a ambos.
Y por último (y esto lo hago con toda intención, para subrayarlo), quiero agradecer a Rosana. Por ella, por su paciencia, es que pude practicar el acto de exponer mi libro como un producto terminado.
Por Rosana conseguí distanciarme de vicios (o al menos lo intenté con fuerza) que a veces lastran a aquellos que, como yo, al momento de escribir no pueden renunciar a la complicidad que durante mucho establecimos con la catarsis. Sus consejos me mostraron las maneras que manchan a la ficción si se usa indiscriminadamente esta herramienta que brota del pecho, a veces para bien, que sino nos ahogamos, pero que nos puede hundir en el panfleto si se pierde el control. Resentimientos que contaminan una historia por el deseo transmitir una denuncia, olvidándonos que la historia misma se encargará de denunciar. Mi mujer me mostró la distancia que le debo a nuestras miserias, y supo prestarme con amor su sexto sentido para que yo contase un cuento, varios, pero sólo eso. Quiero mencionar a mis hijos, a ellos va dedicado este libro
Ahora me queda agradecer a los que compraron el cuaderno, y hacerles saber que mi mayor deseo es que lo disfruten…